jueves, 29 de septiembre de 2016

El abuelo Francisco

Elisa vivía pegada a aquella ventana. Invierno o verano era igual, sólo cambiaba según el sol, el frío, la luz…en fin que salvo situaciones puntuales, el mirador de Elisa permanecía en funciones, así que en general podía hacer un informe diario de lo que aparentemente sucedía en su cuadra y hasta podía sacar conclusiones que no siempre eran verdaderas.
Un día de invierno, vio llegar a la casa de enfrente que hacía mucho tiempo que estaba deshabitada, un hombre joven, apuesto, de bigotes a la antigua ,con otro hombre que, llave en mano abrió la puerta y entraron; demoraron una hora más o menos y volvieron a salir.
¡Qué suerte que vamos a tener un nuevo vecino, se dijo Elisa, y no está nada mal…aunque esos bigotes…
A la mañana siguiente, desayunaba Elisa en su mesita frente al ventanal, cuando divisó nuevamente al del bigote que ayudaba a descargar unas cosas de una camioneta.
A partir del día siguiente, a las 8 en punto de la mañana, el nuevo vecino salía bien arreglado, llevando un maletín  color castaño oscuro e indudablemente iba a trabajar.
A partir de ese día, su figura y el maletín serían una cosa sola.
Elisa, ya había averiguado con vecinos, amigos, cadetes, que el
hombre era italiano, recién llegado pero no sabían más que el nombre “Francisco” que vivía solo, y que todavía no sabían de qué se ocupaba, que a deducir por el maletín, sería médico, o enfermero, aunque nada coincidía; también podría ser barbero, peluquero, prestamista, vendedor …en fin que no se sabía nada de su ocupación, pero sí de su procedencia era italiano”
Bueno se dijo Elisa, como mi bisabuelo
En los siguientes días, no pasó nada diferente.  
Pasadas unas dos semanas, se sorprendió: el vecino nuevo, cruzaba la calle casi en línea recta hacia su observatorio; se puso algo nerviosa.
Frente a frente casi, él giró luego de mirarla fijamente, le sonrió y se fue. Elisa estaba desconcertada, quizá se había dado cuenta de que ella lo observaba, o algún chistoso le habría contado de su lugar de “espionaje”…bueno, lo que sea…sonará se dijo.
Lo vio llegar de tardecita, con su eterno maletín, entró sin mirar para enfrente y…hasta mañana.
Esa noche, Elisa soñó con él y su maletín; no se hablaban pero él le señalaba algo en un libro y él la miraba tiernamente y se alejaba hasta desaparecer.
Al otro día, Elisa se dirigió a la biblioteca del escritorio pues las tapas de aquel libro, le eran familiares. A primera vista, no lo reconocía pero si pedía ayuda a su madre, por si estuviera más arriba, ella sí podría alcanzarlo.
Cuando giró para buscar ayuda, el libro que era una álbum de fotos estaba sobre el escritorio; impresionada y temblorosa, lo abrió y  sólo, se quedó en la página, en donde un hombre igual al de enfrente, sostenía en brazos a una niña.
    ¡Mamá….! Gritó…ven aquí por favor!!!
La madre acudió asustada, secándose aún las manos en su delantal..-¡Qué te pasa hija…te sientes mal?
No,…no es eso Madre, …dime quienes son ellos.
Tú y tu bisabuelo…pero él hace muchos años que falleció…
Tenía la costumbre de llevar consigo un maletín color caramelo que todos queríamos saber qué contenía
..-.Y? lo supieron… ¡Sí! Dijo la madre; llevaba óleos benditos, y tenía fama de hacer milagros…¿por qué se te ocurrió todo esto..
No lo sé, estoy rara y siento que él está acá, muy cerca de nosotros y sin  darse cuenta  y ante el asombro de su madre, Elisa se levantó de su silla y caminó hacia el ventanal.

                                                        Myriam 4/11/2013

jueves, 8 de septiembre de 2016




UN DIA DE VIENTO

El  patio de la casa, fue el lugar de mi nacimiento.-
Javier, y sus padres fueron decisivos para que yo fuera parte de este mundo. Ellos trataron de que yo estuviera bien formada, fuerte…y linda y todo para que pudieran ver feliz a su hijo-
Pasaron algunos días, hasta que llegó el señalado. Por fin, hubo preparativos; Don Ruben, trajo a la puerta su vieja camioneta y allí fui a parar junto con la canasta del pic-nic, a la parte de atrás, al descubierto, junto con algunas gomas viejas, una casillero y no sé qué más Era una linda tarde de sol, templada y con un poco de viento.
No sé por qué cuando la camioneta se detuvo desviando un camino me puse nerviosa.
Por fin llegamos a una gran extensión de campo a la que el viento acariciaba peinando el pasto como de corta melena.
…y a ese pasto fui a parar, me acostaron allí y me ataron un piolín que parecía no tener fin y que se arrollaba en un pedazo de palo como si fuera un huso. Me pareció que el papá de Javier estaba enojado conmigo, porque me dio un tirón muy fuerte, y echó a correr conmigo como un loco! Javier lo seguía y yo sentía que cabeceaba y trepaba en el aire; tan pronto subía, como parecía bajar. Cada vez se fue haciendo menos doloroso el tirón, y sentí que me mecía en el aire muy arriba y me fui quedando como dormida y sentía que me hamacaba suavemente; me sentía la reina del espacio. Cuando miraba hacia abajo, veía a mi familia, chiquita… mirándome sonriente´

No faltó mucho para que me diera cuenta, de que yo no era la única “reina” del cielo; más arriba…mucho más arriba, brillantes como joyas estaban las otras, las pandorgas lindas, refinadas de largas melenas multicolores a las que el sol hacía juegos de luces con ellas. Suspiré… miré hacia abajo, y me volví a sentir bien…muy bien y seguí meciéndome orgullosa, hasta que me llevaron de vuelta a casa con la promesa de volver pronto otro día cuando hubiera buen viento y brillara otra vez el sol.  Después de todo no es tan malo ser “tarasca” ¿no?....