Aquella
gran ventana daba al mar.-
y ella sentía que él, lo traería
¡alegría!
Pero
también volvería a partir
¡tristeza!
Cuando
aquella ventana se abría
entraba
el olor del mar
y
el sonido de sus olas al romperse
y
llegar muriendo a la orilla.
Y
ella sentía palpitar su corazón
ante
la angustia de su ausencia
Destino
de marino, se decía
y cerraba la ventana.
Y
el mar se volvía una fantástica
y móvil estampa
crestas
blancas con brillo de sol
o
claros de luna en la noche estrellada.
Pero
llegó el día en que el horizonte
recortó
la silueta de un barco
Había
llegado el día, en el que el mar
devolvía
a quien llevara otra vez…
¡alegría!..